Cine sin etiquetas. Diego Rodríguez y Jordi Costa
Pasada la vorágine del festival de cine español Márgenes, al que acudimos para estar presentes en su clausura, desde Baratometrajes teníamos todavía una cuenta pendiente. Entrevistar al culpable de que todo eso fuera posible, Diego Rodríguez, un enamorado del cine que entre otras interesantes iniciativas es también presidente de Filmad, director del Visual Cine Novísimo y del itinerante Cine en ruta. Sin prisa ninguna y acompañados esta vez por Marío San Emeterio, amigo y mecenas del proyecto ahora convertido en nuestra último operador de cámara, charlamos tranquilamente con Diego en su céntrica oficina en Madrid. Fundamentalmente sobre cine independiente y marginal que, a la fuerza, acaba siendo siempre de bajo presupuesto. Ante la dificultad de encontrar una definición para este tipo de películas y el peligro de poner etiquetas, Diego Rodríguez prefirió tan sólo considerarlas “buen cine”, proyectos que conmueven y que fueron filmados, simple y llanamente porque sus creadores sintieron la necesidad de hacerlos.
Rodeado de sus compañeros de oficina que guardaron un respetuoso y paciente silencio durante la entrevista, quisimos profundizar con Diego Rodríguez en el verdadero significado y razón de ser de un festival. Para él debe cumplir dos misiones fundamentales: ser una ventana más de exhibición, mostrar películas que normalmente no tienen la oportunidad de ser vistas y convertirse en punto de encuentro para directores, espectadores, productores, periodistas, etc… Misiones aparentemente sencillas cada vez más difíciles de llevar a cabo por los recortes, la dejadez y la falta de mimo de las administraciones públicas, quienes, escudándose en la necesidad de priorizar “lo social”, descuidan por completo otras necesidades igualmente básicas y fundamentales para el desarrollo de los seres humanos. El festival Márgenes no contó con ningún tipo de ayuda y la remuneración de toda la gente que trabajó en él se limitó a “la satisfacción personal”. La pasión, en el audiovisual como en tantos aspectos de la vida, es fundamental, pero no puede ser lo único que exista, debe haber algo más. El “hacerlo todo gratis” puede acabar siendo peligroso, pues, de alguna manera, rebaja el trabajo realizado.
Siguiendo nuestra costumbre de “dos entrevistas mejor que una”, fuimos a comer a un céntrico restaurante, bueno, bonito y barato, recomendación de Hugo el productor y vuelta otra vez al tajo. A entrevistar a Jordi Costa, crítico, profesor y periodista de, entre otros medios, El país. Teníamos ganar de conocer su opinión sobre el lado más friki de los baratometrajes y de si es partidario del todo vale en el cine. Porque, ¿quién pone la barrera de calidad entre lo que es original y lo es simplemente infumable? Jordi Costa defiende la labor experimental de estas películas y la importancia del fondo sobre la forma, asegurando que en la mayoría de producciones de hoy en día se privilegia el envoltorio sobre el discurso. Si la manera de contar algo es bonita da igual lo que se cuente. Por suerte, en la opinión de Costa, será “el amateurismo el que salve el cine”. Como prueba de su compromiso con ese ideario cinematográfico, Jordi Costa terminó su entrevista contándonos su experiencia en #littlesecretfilm, el modelo de producción recién creado en España que anima a directores de todo el mundo a rodar sus propias historias a partir de 10 normas que limitan las condiciones de rodaje y distribución y para el que Costa ya ha rodado su debut como director, Piccolo grande amore.
La jornada de trabajo y entrevistas terminó ahí. Pero sólo para algunos. Otros teníamos todavía una reunión importante por delante. Para planear la hoja de ruta de la distribución del docu y estudiar cuidadosamente su futuro, cada vez más prometedor. Baratometrajes non stop.
